-Trátelo
con cuidado. Es importante que este globo llegue sano y salvo a las manos de mi
hijo.
A
la vez que Cristina terminaba la frase el dependiente ponía el último trozo de
celo sobre España. Un papel dorado presagiaba lo que provocaría en el futuro
aquella esfera . La madre de Hugo se alejó del dependiente con una sonrisa en
la cara. Llevaba años sin frecuentar unos grandes almacenes. Había abandonado
las compras el mismo día que su marido se marchó.
Mientras
esperaba el autobús agarró con fuerza la bolsa. Su cuerpo estaba en tensión
pero su mente hacía un rato que se había relajado y estaba volando hacia el día
que Hugo le confesó qué quería de regalo de cumpleaños.
-Mamá,
es importante. Lo necesitamos. Voy a tener el mundo en mis manos. Con mis dedos
podré hablar cualquier idioma. Con esfuerzo y dándole varias vueltas podré
llegar desde nuestra portería a los pies de un Italiano que, junto con los
movimientos de un Portugués, llegarán a la cabeza de un Español para poder
conquistar cualquier ciudad. No existirá país que se me resista mamá, en algo
redondo no hay fronteras. Solo tierra, mar y aire a un golpe de muñeca.
Volaremos mamá, y cuando caigamos en el mar nos hará flotar. Navegaremos por
todos los océanos y mares que contiene. Y, cuando caigamos en tierra, nos hará
avanzar por todos y cada uno de los continentes.
Con
eso lo tendré todo mamá. La esfera será mi traductora. Mis manos serán el medio
de transporte. Nuestro esfuerzo, constancia y sacrificio nuestro carburante.
Tendremos millones de compañeros de viaje. Pero un único objetivo: devolverte
el mundo que quiero que me regales.
Cuando
llegó a la parada Cristna entró decidida en la portería y despertó a Hugo. Se
había quedado dormido, la noche había sido difícil. Un problema en la caldera
les había tenido toda la noche en vela. Todos los vecinos querrían agua
caliente al despertar y el sueño de la portera no debía ser un obstáculo. Hugo
se apresuró a abrir aquel paquete y descubrió con gran alegría que su madre le
había comprado aquel cuero que tanto ansiaba. Fue posando cada uno de sus
pequeños dedos en los países que decoraban el esférico, surcando los mares con
su dedo meñique, atravesando todos los continentes sin necesidad de pasaporte.
Unos
cuantos años más tarde ambos se encontraban en un coche oficial. De camino a la
ceremonia de recogida del balon de oro. Hugo nervioso. Crsitina orgullosa. Del
discurso que dio el jugador se hicieron eco los medios deportivos más
influyentes. El titular más compartido: La familia de los guantes de oro.
-El dorado más importante de mi carrera no es este. Fue aquel dorado que vi al
abrir los ojos en mi octavo cumpleaños. El dorado que envolvía el mundo que te
debo a ti mamá. Tus manos me enseñaron a parar cualquier disparo, tú despejaste
todos los que nos dio la vida. Sacabas todos los días de puerta con fuerza,
guiándome en cada una de las posiciones que debía tomar y capitaneando los
fracasos desde nuestro vestuario, que era la cocina. Nunca dejaste que me
rindiera. Estrategia, táctica y motivación. Día a día. Partido a partido.
[…]