domingo, 18 de octubre de 2020

La burra de la señora Remedios

-¡Ay María, si ese hocico hablase.

No había día que Remedios no confesase con su burra. No eran buenos tiempos y uno no se podía fiar de nadie. Remedios se sentaba en el pajar, a su lado, mientras María comía cebada. Era el mejor momento de su día. Se permitía llorar, dudar, temer, extrañar e incluso rendirse solo durante el tiempo que María tardaba en comer.

Ese día llegó triste. Sus hijos partían a la ciudad y Remedios comenzó a confesarse con la burra

-El pueblo es el claro ejemplo de la estupidez de los humanos. Lo dejan atrás para "progresar", cuando no hay mejor progreso que sentirte en casa. Nuestros pies son raíces María y nuestro abono es la tierra que nos vió nacer. El éxito no es el dinero en el banco, es que un xato recién nacido se ponga de pie; que una burra conozca el sonido de tu voz cuando te acercas a darle la cebada; que una cabra salte de roca en roca poniéndole movimiento a la palabra alegría; el olor y el sonido de la lluvia sobre los prados; la niebla en los picos de las montañas; el mar de nubes pintando el cielo; la leña quemando en la chimenea; los colores de la huerta; jugar a correr con tus perros entre los prados, sin miedo a que le pille un coche; que tu hijo te ayude a recoger los huevos que han puesto las gallinas; ver a un pollito nacer, picando la cáscara para  salir al mundo. La mejor evolución es la de la vecina que ha salido del hospital y a la que sorprendes para pasar la tarde, sin prisa, con un bizcocho recién horneado. El mejor rascacielos es el árbol que has visto crecer desde muy pequeña. Las mejores sirenas son las de los cantos de los pájaros, anunciando la primavera. El mejor graffiti el otoño, pintando sin permiso los bosques. El mejor restaurante la cocina de leña de tu abuela. El mejor despertar la ventana abierta y la brisa del amanecer. La mejor calefacción el sol calentando los huesos..

María, como madre, al igual que la naturaleza, los debo dejar elegir y partir, esperando que algún día la morriña les traiga al lugar del que nunca debieron marchar

El resto del día Remedios, como una buena matriarca gallega, luchó por su familia y su tierra con todas sus fuerzas.  Su marido, exiliado en Cuba, le mandaba dinero con la idea de que Remedios ahorrara y cuando la guerra se calmase pudieran comprase un edificio en la capital. Pero, como bien sabía María, ella era más de invertir. Compró tierras, muchas tierras, que trabajaban ambas sin descanso. Sin contar, por supuesto, con la aprobación de su marido. Remedios no era de esperar, someterse o pedir permiso. Era una mujer de acción,  el ancla de la familia, que había salvado a tanta gente de naufragar.

María sabía que en la huerta se contaba las arrugas de las manos, solía pensar que cada arruga era una nueva responsabilidad (y vaya si tenía).

Remedios era como los juncos, se doblaba pero nunca se rompía. Era la mezcla perfecta, mujer y rural.

jueves, 14 de febrero de 2019

De Tordesillas al fin del mundo



Nunca fui de celebrar San Valentín, quizás porque nunca sentí lo que era ese amor del que hablaban en los poemas, o del que cupido conectaba con flechas. Tampoco creí nunca en ese hilo rojo que, dicen, conecta a la gente que está destinada a encontrarse. Parece que el rojo nunca había combinado con mi vida.

Sin embargo, como siempre suele decir mi madre, lo que está para ti esta para ti y no te lo va a quitar nadie, apareciste tú, con la misma fuerza que el impulso que sentí cuando entré en tu cuenta de Instagram y le di a me gusta a tu última foto. El mismo impulso que sentí cuando subí aquella historia de Tilga con Carmen, esperando que tus manos escribieran algún mensaje al que pudiera contestar.

Ese impulso lo sentí también, el día que te dije que no podía quedar, ese domingo que me puso la vida patas para arriba y el estómago muy pequeñito, sin apenas espacio, por los millones de orugas que ya se estaban convirtiendo en las futuras mariposas que nacen con cada uno de tus besos.

Y fue entonces, en aquella cervecería en la que habías hablado de mi, en la cual tus ojos conectaron con los míos y supe entonces que no había mejor sitio donde mirar y que, si me asomaba con cuidado, podría ver mi futuro entre tus manos, futuro que sería nuestro, como el enamoramiento que cerveza a cerveza fue creciendo entre nosotros.

Y fue así, poco a poco, como el rojo tiño mi vida, hasta hacerme seguidora del Sporting, solo por el hecho de hacerte un poco más feliz. Porque Mario, si tu felicidad dependiera de mis palabras y mis actos, no existiría hombre en el mundo con mejor porvenir.

Solo ahora puedo entender lo que decía Ángel González en su poema, en mi poema favorito:

Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
 Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
—oscuro, torpe, malo— el que la habita...  

Solo ahora entiendo que ya no soy mía, ni tuya, que soy nuestra, de tu amor, de tu querer, de tu compañía, alegría, bienestar, de tu familiaridad, tu sonrisa, tu apoyo, fidelidad, de tus valores, de tu cuerpo, tus besos, tu mirada, de tu capacidad de esfuerzo, sacrificio, constancia, de tu ejemplo. 

Ojalá siempre. 

domingo, 18 de junio de 2017

Me viento

¿Me oyes?,
por tus oídos entro mas no hablo 
parece que me escapo y permanezco.
Cierra las manos a mi paso,
me rozas, me sientes.
Despeino tu pelo,
igual al cielo, a tu sonrisa.
Disperso tus miedos.
Acaricio tu vestido.
Erizo tu piel, 
despiertan tus recuerdos,
tu vello es pensamiento,
mi caricia el narrador,
tu imprenta mi lamento.


A todos nos vió, nos encontró y nos tocó, 
Es el viento, 
Cierro los ojos y lo siento. 
Alivio siento. 
Frescor, despierto.

martes, 9 de mayo de 2017

Mi punto final para ti siempre será una coma.

                                     

Hace tiempo que quería sentarme a escribir sobre el amor. Sobre la conexión, el enamoramiento y lo jodidas que son las relaciones humanas. 

En primer lugar, os tengo que confesar algo. Mi concepto de amor venía construido con grandes dosis de romanticismo poético. La casa donde nació fue la sempiterna relación de mis padres. De pequeña soñaba con encontrar alguien que me quisiera como mi padre quiere a mí madre, con abnegación, compromiso, atenciones, con intención de formar una maravillosa familia por la que desvivirse. No entiendo otro concepto de relación que no aspire a un hogar. 

Os hacéis una idea, cualquiera que lea esto en nuestros tiempos pensará: "menuda ....te vas a llevar". Pues si, me la llevé. Mi aterrizaje fue más que forzoso. Imaginaros el cuidado que ponéis en llevar la tarta de cumpleaños de vuestra persona favorita. Ahora, pensad en la tarta en el suelo, pisada, inservible, rota, como las ilusiones de la persona que la cargaba. Así no sólo se quedó mi amor sino también yo. 

Pensaréis que es tan fácil como volver a cocinar otra. Una gigante y riquísima. El problema está en que yo en aquella época no sabia cocinar. Me guiaba por mi desconfianza, mi miedo a quemarme, huía de todo aquello que fuera a hacerme sentir igual. No quería encender el sentimiento. No me sentía digna de ningún querer porque yo no me quería. No me había perdonado, necesitaba mucho ruido, cosas que ni por asomo se parecieran a lo que yo siempre quise. Todo lo que encontré fue lo que busqué. Sucedáneos.

En aquella época no era consciente de lo que hacía, no era consciente ni siquiera de lo poco que me quería. Nunca me planteé escribir sobre esos años. Quizás los tenía guardados en un hueco muy profundo de mi memoria. Me venían en destellos fugaces. Algo en mi sabía que tarde o temprano tendría que revivirlos. No fue lo que hice sino lo que dejé de hacer lo que me tortura. No fue lo que busqué sino al que no dejé encontrarme. 

No solo las relaciones son jodidas. Lo es también la vida. Casi cinco años más tarde me encuentro noche tras noche pensando en por qué. Por qué no quise y por qué quiero y no puedo. Años más tarde soy una persona que se conoce, se quiere y cuya vertiente racional suele poner orden en las emociones. Soy capa de superar casi cualquier decepción, seguir adelante se me da de lujo. Ya os digo, no solía pararme a mirar atrás. Y ahora que estoy cosechando aquella desconfíanza que sembré las lágrimas diarias, las nocturnas, las que nadie puede ver, me hacen sentir el pasado, el peso de decisiones que no debí tomar. Me hace sentirlo en la lejanía sin capacidad de maniobra. 

El problema está en que no solo el pasado me remueve. Es un casi presente, ese que cumple con todo mi concepto de amor. Y, no solo eso, ese que me ha hecho sentirlo. Como si en un beso pudieras recordar lo que es vivir, como si los movímientos de los labios al juntarse construyeran esperanzas, ilusiones, como si pudieras morder el deseo, como si la saliva transportara te quiero y las caricias le dieran una bofetada al tiempo, como si las miradas vieran futuros, como si el amor existiese.  Como si aquel amor de los poemas escribiera en los cristales de un coche, escribiera éxtasis al lado de tu piel....

como si un beso importara más que cualquier día, cualquier año, cualquier otro. 

Pero, se esfumó. Quizás la culpa es mía. Pero por lo menos sé que el amor existe, aunque no sea para mí (aún).  Lo peor del pero es saber que tú existes y no eres para mí, ni para nosotros. 

,

viernes, 17 de febrero de 2017

O y r

Aquí estoy, el primer día que he comprendido que el tiempo sigue pasando, que no ha esperado la vida a que vuelva a subirme. 
El calendario me anuncia un nuevo mes, ¿esto quiero decir que no has vuelto y que no lo vas a hacer?. Todo lo que me rodea se va, transmitiendo ese mensaje: el espejo que se empaña, la señora que sube al taxi que estaba esperando, la camarera que se lleva la cuenta, el ruido efímero de la lluvia, el balón de fútbol que acaba en mi jardín, las olas que se mueven al compás de las nubes. 
Lo único que te trae de vuelta son las sonrisas. No sabes lo que me fijo ahora en todas y cada una de las personas que sonríen. Antes, la tuya era suficiente. Desde que te vi sonreír juro que no he visto hacerlo a nadie más.
Te paraste. Es incapaz mi mente de encontrar la explicación y aún así la busca. Me quedé en singular. Aquello es lo que a todos nos espera. Cuando lo único que me queda es dejarme llevar. 
Cualquiera puede temer a aquel que evade su fe para dar refugio al respiro de lo finito. 
Cómo podemos ser los humanos finitos, en un universo infinito, creyéndonos inmortales. 
¿Para qué vivimos?. Dime, qué hacemos. Dónde estamos y quién nos ha traído hasta aquí. La vida se nos esfuma en cada instante, encadenamos esos instantes que no son nuestros, que ya se han ido. 
Para eso existe el amor, instantes ilusorios de inmortalidad. Analgésicas expectativas de felicidad. Cuando somos finitos, mortales pero comprendemos por qué hemos nacido. Para sentirlo. Sentir el miedo de que te vayas, sentir el dolor porque te has ido. 

Desde que te fuiste, De,  todo oscureció. 
El amor dió paso al dolor. Del amor solo quedan la r y la o. 
La vida dió pasó al vi. Vi reír, da igual. Vi amar, da igual. Porque veo morir. Veo la r y la o. 



sábado, 5 de noviembre de 2016

Contexto y con él



Cuando era pequeña, un paquetín, oía a la gente decir que el tiempo pasa muy rápido. Veía a la gente deprimida por las decisiones que habían tomado. Veía a la gente infeliz. 
Qué extraño pensaba yo. Quién puede tomar decisiones sobre sí mismo sin reparar si quiera en su felicidad o en que ella existe. 
Cuando era pequeña lo tenía todo más claro. Buscaba la alegría. Estaba ahí siempre. Esperando.  
Fui creciendo y la vida crecía a mi lado, llevábamos el mismo paso. 
Qué bonito era vivir y qué fácil. El camino era precioso y largo. No había posibilidad de pérdida. Todo estaba bien señalizado. 

Sin embargo, llegó un punto en el que, cuando me quise dar cuenta, la vida ya no estaba a mi lado sino pasando por delante de mí. 
Te estarás preguntando cómo me di cuenta, qué fue lo que me pasó. 
Te explico, 
Estaba cansada. Busqué el primer banco y me puse a aligerar mi equipaje. 
Necesitaba un respiro.
A mi lado se sentó un jovencito. Me preguntó cómo iba a reducir el peso de mi mochila si continuaba con las manos en los bolsillos. 
Fue tan fácil como sacarlas de su escondite. Las miré extrañada. Hacía largo tiempo que pensaba que aquel difícil compañero de viaje me las había atado. No me atrevía a pedirle a nadie que deshiciera el nudo. Sin embargo, aquel extraño me había hecho darme cuenta de que nadie me sujetaba. 
Lo primero que hice fue abrir la mochila. Encontré un espejo. 
El desconocido lo sujetó para que pudiera mirarme con comodidad. 
Y, ¿sabes qué vi? A una extraña. Me di cuenta que yo me había convertido en una de esas raras adultas que era infeliz por sus propias decisiones. Descubrí que me limitaba a ver el tiempo pasar. Como si ya nada importara. Como si el simple hecho de pasar de un día a otro fuese un logro. 

Mientras yo volvía a tocar la realidad. A sentirme dueña de mi, de mi futuro, de mi camino. Aquel chico se dedicó a vaciar mi mochila. 
Dijo que quería viajar conmigo pero que había cosas que ya no necesitaría, que nos estorbarían.
Perpleja, le dejé quitar todo. 
Te quedarías impresionado al ver la facilidad con la que se deshacía de mis cosas. Sacó mis inseguridades y miedos y los lanzó muy lejos. Comentó que viajaríamos rápido para que no me volvieran a alcanzar. Pateó mis fantasmas del pasado y los vi esfumarse hacia el cielo. Seguí su estela. 
Descubrí por primera vez el significado de la frase el cielo puede esperar. Aquel chico me hacía sentirme libre. 
Al conformismo lo dejó sentado en el banco, decía que era donde se sentía cómodo. En nuestro viaje no va a hacer falta. 

Cuando terminó me pidió que diera un último vistazo no sea que nos hubiéramos dejado algo.
Sorprendida volví a ver a la felicidad, estaba muy al fondo de aquella mochila vieja. Se había escurrido junto con mi ambición y mi orgullo. A la sonrisa y al cariño los llevábamos cerca. Justo al lado de la confianza, la complicidad y el cobijo.
A decir verdad, me sorprendió que le dejó un hueco grande a la paciencia. ¿Tan largo se nos va a hacer el viaje?. Ojalá. Y digo ojalá porque llevamos amor de sobra para ello. 

Volví al camino tranquila. Si te soy sincera hay días en los que aún veo sombras de aquello que se esfumó. Pero cada día las veo más lejos. 
Te estarás preguntando qué vió aquel muchacho en mi, ni yo lo sé. A veces, solo a veces, pienso que tenía experiencia en esto de salvar vidas ajenas, quizás ha tenido que salvarse muchas veces. 
No sé dónde está el final ni si va a llegar. Pero hoy por hoy, la vida la llevo a mi lado. Con él, en él, en nosotros. 



Hoy te escribo a ti D. 
Mejor dicho, hoy te pongo nombre, porque llevo escribiendo para ti mucho tiempo.
Hoy escribo para ti, para quererte a ti.
Mejor dicho, hoy nos escribo a los dos, porque tú me quieres y me haces quererme a mí. 
I. 

martes, 14 de junio de 2016

DORADA PORTERÍA


             -Trátelo con cuidado. Es importante que este globo llegue sano y salvo a las manos de mi hijo.

            A la vez que Cristina terminaba la frase el dependiente ponía el último trozo de celo sobre España. Un papel dorado presagiaba lo que provocaría en el futuro aquella esfera . La madre de Hugo se alejó del dependiente con una sonrisa en la cara. Llevaba años sin frecuentar unos grandes almacenes. Había abandonado las compras el mismo día que su marido se marchó.
            Mientras esperaba el autobús agarró con fuerza la bolsa. Su cuerpo estaba en tensión pero su mente hacía un rato que se había relajado y estaba volando hacia el día que Hugo le confesó qué quería de regalo de cumpleaños.
           
            -Mamá, es importante. Lo necesitamos. Voy a tener el mundo en mis manos. Con mis dedos podré hablar cualquier idioma. Con esfuerzo y dándole varias vueltas podré llegar desde nuestra portería a los pies de un Italiano que, junto con los movimientos de un Portugués, llegarán a la cabeza de un Español para poder conquistar cualquier ciudad. No existirá país que se me resista mamá, en algo redondo no hay fronteras. Solo tierra, mar y aire a un golpe de muñeca. Volaremos mamá, y cuando caigamos en el mar nos hará flotar. Navegaremos por todos los océanos y mares que contiene. Y, cuando caigamos en tierra, nos hará avanzar por todos y cada uno de los continentes.
            Con eso lo tendré todo mamá. La esfera será mi traductora. Mis manos serán el medio de transporte. Nuestro esfuerzo, constancia y sacrificio nuestro carburante. Tendremos millones de compañeros de viaje. Pero un único objetivo: devolverte el mundo que quiero que me regales.

            Cuando llegó a la parada Cristna entró decidida en la portería y despertó a Hugo. Se había quedado dormido, la noche había sido difícil. Un problema en la caldera les había tenido toda la noche en vela. Todos los vecinos querrían agua caliente al despertar y el sueño de la portera no debía ser un obstáculo. Hugo se apresuró a abrir aquel paquete y descubrió con gran alegría que su madre le había comprado aquel cuero que tanto ansiaba. Fue posando cada uno de sus pequeños dedos en los países que decoraban el esférico, surcando los mares con su dedo meñique, atravesando todos los continentes sin necesidad de pasaporte.

            Unos cuantos años más tarde ambos se encontraban en un coche oficial. De camino a la ceremonia de recogida del balon de oro. Hugo nervioso. Crsitina orgullosa. Del discurso que dio el jugador se hicieron eco los medios deportivos más influyentes. El titular más compartido: La familia de los guantes de oro.
            -El dorado más importante de mi carrera no es este. Fue aquel dorado que vi al abrir los ojos en mi octavo cumpleaños. El dorado que envolvía el mundo que te debo a ti mamá. Tus manos me enseñaron a parar cualquier disparo, tú despejaste todos los que nos dio la vida. Sacabas todos los días de puerta con fuerza, guiándome en cada una de las posiciones que debía tomar y capitaneando los fracasos desde nuestro vestuario, que era la cocina. Nunca dejaste que me rindiera. Estrategia, táctica y motivación. Día a día. Partido a partido.
            […]

            Mi mundo es redondo. Y lo sujetan tus manos. Portera y portero. ¿Lo único que nos diferencia?. El material con el que han fabricado nuestros guantes.