jueves, 14 de febrero de 2019

De Tordesillas al fin del mundo



Nunca fui de celebrar San Valentín, quizás porque nunca sentí lo que era ese amor del que hablaban en los poemas, o del que cupido conectaba con flechas. Tampoco creí nunca en ese hilo rojo que, dicen, conecta a la gente que está destinada a encontrarse. Parece que el rojo nunca había combinado con mi vida.

Sin embargo, como siempre suele decir mi madre, lo que está para ti esta para ti y no te lo va a quitar nadie, apareciste tú, con la misma fuerza que el impulso que sentí cuando entré en tu cuenta de Instagram y le di a me gusta a tu última foto. El mismo impulso que sentí cuando subí aquella historia de Tilga con Carmen, esperando que tus manos escribieran algún mensaje al que pudiera contestar.

Ese impulso lo sentí también, el día que te dije que no podía quedar, ese domingo que me puso la vida patas para arriba y el estómago muy pequeñito, sin apenas espacio, por los millones de orugas que ya se estaban convirtiendo en las futuras mariposas que nacen con cada uno de tus besos.

Y fue entonces, en aquella cervecería en la que habías hablado de mi, en la cual tus ojos conectaron con los míos y supe entonces que no había mejor sitio donde mirar y que, si me asomaba con cuidado, podría ver mi futuro entre tus manos, futuro que sería nuestro, como el enamoramiento que cerveza a cerveza fue creciendo entre nosotros.

Y fue así, poco a poco, como el rojo tiño mi vida, hasta hacerme seguidora del Sporting, solo por el hecho de hacerte un poco más feliz. Porque Mario, si tu felicidad dependiera de mis palabras y mis actos, no existiría hombre en el mundo con mejor porvenir.

Solo ahora puedo entender lo que decía Ángel González en su poema, en mi poema favorito:

Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
 Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
—oscuro, torpe, malo— el que la habita...  

Solo ahora entiendo que ya no soy mía, ni tuya, que soy nuestra, de tu amor, de tu querer, de tu compañía, alegría, bienestar, de tu familiaridad, tu sonrisa, tu apoyo, fidelidad, de tus valores, de tu cuerpo, tus besos, tu mirada, de tu capacidad de esfuerzo, sacrificio, constancia, de tu ejemplo. 

Ojalá siempre. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario