martes, 9 de junio de 2015

Envuelta en mariposas

Y sucedió como suele decirse, por casualidad, y sucedió, como suele decirse en todas las casualidades, donde y con quien no era de esperar.

Fue la llamada de la incertidumbre envuelta en juegos de niños lo que hizo que se liberarán las mariposas que tenía encerradas en lo más profundo de su ser, siempre con miedo de agitar sus alas. Esas mariposas con el movimiento de sus alas volvieron a traer a la esperanza, que había decidido que era el momento de volver a sumar.

Ella lo sintió, estamos aquí, contigo, tus cicatrices siguen también, las decepciones serán siempre parte de tu equipaje, pero estás preparada, solo deja que nos distribuyamos por tu cuerpo, haremos que su mirada sonría, que la alegría se desprenda en tu olor, que tus manos acaricien el miedo para dejarlo tranquilo, esperando que no vuelva a atacar. Haremos que la ansiedad se convierta en deseo, en ganas, aquella que fue tu enemiga te dará fuerza haciéndose tu mejor aliada.

Los aleteos de las mariposas se transformaron en caricias y besos. Despiertas recordaron el camino al corazón, al amor. Le despertaron a deshora, para decirle que ya no serían los disgustos quienes le harían palpitar sino algo parecido a un mordisco en un lugar adecuado pero en el momento más inesperado.

El único miedo que tenía era que su cuerpo se les hiciera pequeño y dejarán de batir sus alas por falta de espacio. Alguien de pronto le recordó que ella regalaba mariposas en forma de sonrisas, caricias, abrazos. Le recordó que podría ser cada vez más feliz y que estaba seguro de que de su cuerpo volarían un montón de mariposas más.

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